miércoles, 31 de octubre de 2012

Generación Perdida





Somos la generación NiNi, la generación perdida, la generación sin futuro. Somos la generación que creció con Leticia Sabater, que se trago los mil Ot, los trece mil Grandes Hermanos, las tardes de Fama , El Tomate y Sálvame, somos aquellas que sufren el miedo y la ansiedad por el futuro, por el fin del mundo que ya Britney se encarga de recordarnos. Somos esa generación frustrada, que se ahoga, que no avanza.

Ayer en una manifestación miré a mí alrededor y comprobé como la edad media superaba los cuarenta, tal vez rondaba los 50. Volví a mirar después de un rato, ya en otro lugar y me volvió a dar la misma sensación. Allí estaban mis padres, mis posibles padres, pero no estaba mi generación. Mi generación tenía resaca, estaba de cañas, viendo Gandía Shore o quien quiere casarse con mi hijo, rascándose el higo y con miedo, con mucho miedo, ahogándose, pero con dos cervezas ya en el estómago y una más por venir.

Mi generación tiene miedo a no saber qué hacer, tenemos miedo a no saber qué hacer, a no saber qué hacer, YO. Mi generación no piensa en su generación. Ansiedad por mí, por ese futuro que me niegan, por ese futuro que no puede ser igual que mi presente individual, donde yo, yo vivo bien, donde yo puede no pensar, donde yo puedo comprarme ropa, meterme un poco, follar y olvidar, donde nada más que yo me importa.

El no futuro es un no futuro capitalista, un no futuro individual, pero eso no me da miedo, ni siquiera lo he pensado, me da miedo que haré yo sin casa, sin trabajo, sin dinero. Cómo voy a pillar luego. Eso sí, las manis son para otros, la lucha es romántica, somos la generación del respeto, de la tolerancia, de la democracia. Somos la generación despolitizada. Ya no se batalla, ya todo está conseguido, ahora Yo puedo vivir, y sí no puedo, me agobio, pero se arreglará, porque el Yo tiene que triunfar. Para qué salir a la calle si aún tengo cerveza.

Las multas me dan miedo, la poli me da miedo, las hostias me da miedo. No grites, dicen. No quemes, dicen, no mates, dicen. Pero ellos queman, matan en silencio, con nuestro silencio. Ellos sí que son un grupo y nosotros, el YO. El Yo tiene miedo a las multas pero no tiene miedo a meterse un poco más de la cuenta, tiene miedo a los golpes, pero no a las lista de espera. No lucha, porque el Yo piensa en él y en su no futuro, y cree que su Yo precario puede ser mucho más duro que el de cualquier otro YO. Porque las cervezas siguen sobre la mesa y mientras haya alcohol todo puede seguir igual.

Indignado a 3.718 m.



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